Intervención terapéutica grupal para personas en recuperación de adicciones con síntomas depresivos.

La depresión es un cuadro clínico característico en una época en que cada vez menos personas toleran la frustración de percibir la brecha entre los anhelos creados por un ideal del Yo reforzado socialmente y la realidad individual. Son tiempos en los que la desintegración familiar, la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, los abandonos y maltratos reales y percibidos, se han constituido en variables que, en su momento, dan lugar a síntomas depresivos que habrán de paliarse con sustancias adictivas u otras compulsiones. Son momentos de culpa y vergüenza en los que las personas tratan de encontrar remedios inmediatos a las desazones afectivas. — Tovilla Sáenz.1

La depresión es un cuadro clínico característico en una época en que cada vez menos personas toleran la frustración de percibir la brecha entre los anhelos creados por un ideal del Yo reforzado socialmente y la realidad individual. Son tiempos en los que la desintegración familiar, la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, los abandonos y maltratos reales y percibidos, se han constituido en variables que, en su momento, dan lugar a síntomas depresivos que habrán de paliarse con sustancias adictivas u otras compulsiones. Son momentos de culpa y vergüenza en los que las personas tratan de encontrar remedios inmediatos a las desazones afectivas.
— Tovilla Sáenz.

El trastorno depresivo y su relación con la recuperación de la adicción.
Surgen con mayor frecuencia, en las personas, estos pensamientos, que reflejan ideas de incapacidad y que llevan a despreciarse por no ser como se quisiera ser: «…el desaliento, la culpa y las ideas delirantes de desprecio por sí mismo dominan el pensamiento de una persona…por lo común se trata de exageraciones y distorsiones de lo que cualquier adulto normal sentiría tras un fracaso personal o una pérdida seria.» (Cameron, 1982).

El individuo queda hundido en una preocupación constante sobre su poca valía y la incapacidad de salir de la mala situación que percibe. «…la autocondena alcanza situaciones delirantes. La sensación de no valer nada y de culpa persiste a pesar de lo que digan o hagan los demás».

El apoyo puede reforzar la sensación de rechazo que percibe el psicótico depresivo. No se tiene la capacidad de proyectar la agresión, sino que, por el contrario, se introyecta. Se somete a maltratos que justifiquen su propia autodevaluación. Se da la bienvenida a agentes maltratadores. Aceptar las pérdidas es una tarea imposible para quien está profundamente deprimido. De ahí que la adaptación a un medio que se percibe hostil no se presente.

Hay una vuelta –regresión– emocional a niveles infantiles muy primitivos, en aquel estadio donde el infante era capaz de «controlar» las pérdidas y las frustraciones. Hay una negativa a salir de los estados de gratificación, del destete (Poissonnier, 1998), no hay una renuncia a ello y se pretende regresar a ese momento de gran satisfacción.

  1. Tovilla Sáenz (2007). ↩︎

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