Ni contigo, ni sin ti.

Un rasgo clásico en todo caso adictivo es, sin lugar a dudas, la codependencia como un elemento estructural que se enmarca en la dinámica y sistema relacional de la persona que sufre dicha condición. Sin embargo, ¿qué sabemos realmente de la codependencia?, ¿cómo se conforma y se establece?, ¿realmente el adicto busca a alguien con quien manifestarla? Son todas preguntas muy simples y frecuentes que la gente se hace al respecto.

Un rasgo clásico en todo caso adictivo es, sin lugar a dudas, la codependencia como un elemento estructural que se enmarca en la dinámica y sistema relacional de la persona que sufre dicha condición. Sin embargo, ¿qué sabemos realmente de la codependencia?, ¿cómo se conforma y se establece?, ¿realmente el adicto busca a alguien con quien manifestarla? Son todas preguntas muy simples y frecuentes que la gente se hace al respecto.

Este texto no intenta dar una respuesta rotunda y categórica al problema planteado; no obstante tratara de ofrecer desde la experiencia clínica algunas consideraciones del fenómeno en cuestión. Hay un hecho innegable que se advierte en la mayoría de los casos: los efectos de la dinámica familiar en la conformación de la condición adictiva a través del manejo disfuncional de las emociones. Esto resulta del pobre establecimiento de límites que deriva de figuras parentales débiles o autoritarias cuyo extremo hace que el sujeto no realice un corte (simbólico) desvinculatorio con ese ambiente que le provee de satisfactores y que le restringe su crecimiento y desarrollo psico-emocional. De esta forma, se establece una simbiosis que no permiten la “separación” del sujeto y lo ancla en el apego del otro.

La consecuencia inmediata es el establecimiento de un apego emocional hacia esta simbiosis que genera una objetivación de la relación con el otro, como fuente de satisfacción. Por tanto, la dependencia está servida. En el sentido de la búsqueda de ese objeto satisfactorio que es desplazado y proyectado (en el caso de la adicción) hacia una sustancia que ocupe “ese” lugar (del otro como objeto que satisface).

Por tanto, esta condición estructural entraña una ambivalencia que denota un recorrido particular. Lo cual está en función del nivel de consumo, el tipo de sustancia elegida, la motivación, el efecto obtenido; etc. Todo esto unido a la representación significante que tiene en cada caso la sustancia,  es decir, cual es la significación particular que el sujeto hace de esta relación con el otro. Y ahí vemos el rastro, la huella de la codependencia.

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